Pionero por necesidad y frustración…

Sir Walter Scott

Sir Walter Scott fue el padre indudable de la novela histórica moderna. Su objetivo no fue crear un género literario específico. Era un noble venido a menos con muchas deudas. Los críticos sostienen que se enroló en el romanticismo inglés del siglo XVIII por no entender los rápidos cambios que se producían en la sociedad. Su nostalgia por la época medieval, los torneos a caballo en los que se ganaban amores y perdían tronos lo llevaron a situar sus historias en aquellas épocas. Y tuvo éxito. De hecho, fue el primer escritor inglés en ser internacional. Su producción fue muy prolífica, pero quizás la obra más popular fue Ivanhoe.

Desde Scott en adelante, la novela histórica creció hasta convertirse en una de las ramas del árbol narrativo que más adeptos tiene.

Y es lógico. Por una parte, los humanos somos curiosos respecto al pasado y, por la otra, la historia de los cronistas suele ser bastante aburrida y aséptica. Colocar uno o varios personajes de ficción dentro de un período o acontecimiento histórico permite al lector viajar con la imaginación. Al autor, en cambio le da piedra libre para desarrollar su espíritu confabulatorio y los deseos de investigación o… cotilleo.

Y en realidad la historia cronológica deja mucho campo de donde extraer material. Los historiadores siempre han trabajado presionados por los intereses de los vencedores. Así, es improbable que un cronista exaltara las virtudes y valor de un pastor que se enfrentó a un ejército, aunque el hecho estuviese debidamente documentado. Y menos aún si aquel ejército fue el ganador de la guerra. Las hazañas que se cuentan son las del bando vencedor. Y cuanto más nos acercamos al tiempo presente, más se acentúa la tendencia.

El escritor de novela histórica descree de la historia oficial, la pone en jaque y busca los datos para hacerle «mate.» Y suele ser bastante atrevido o se siente seguro detrás del disfraz de la ficción. Por ello, cada vez la novela histórica se ha ido acercando más al presente y ha nacido otra clasificación: la novela histórica contemporánea. Material no le falta. Los siglos XIX y XX han sido muy prolíficos y los medios para inmortalizar los hechos han evolucionado de una manera exponencial. Quienes ganan las guerras mienten, pero cada vez cuesta más esconder las mentiras.

Y no es que en un pasado remoto fuesen más sinceros, sino que los documentos de los perdedores solían quemarse más rápido. De esa manera, al escritor que busca documentarse le toca rellenar los huecos con la imaginación.

La novela histórica llegó con Walter Scott para quedarse. ¿Se convertirá en una especie de periodismo alternativo? 

No lo sabemos. Sí es evidente que muchas personas aprenden de historia sin leer a los cronistas. Lo hacen a través de las novelas.

Para ellos… ¡Cuidado! Los buenos escritores de novela histórica se documentan muy bien para escribirlas. De allí que es difícil separar la realidad de la ficción, pero…

Aun siendo histórica, la novela es ficción por antonomasia.