Hacer fortuna en América

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«Vamos a hacer la América»

Frase que se convirtió en leyenda y fiebre para muchos europeos desde la mitad del siglo XVIII. Cientos de historias corroboraban la premisa de que en América estaba la oportunidad y, había que aprovecharla. Así, una verdadera oleada humana inundó los puertos del viejo mundo con destino a las Indias. Salir de países agotados en que los recursos escaseaban y los jóvenes languidecían sin poder ver un futuro próspero era una opción más que atractiva.

¿Era cierto? O como le decimos en el argot periodístico se trataba de «un bulo», una ”fake news”.

Algunos de los que escribimos novela histórica tenemos la manía de no creer en la historia oficial y volvemos a revisarla evitando la simplificación del triunfalismo: «si ha triunfado es bueno.» Es este accionar de investigación lo que nos conduce en la mayoría de los casos a descubrir historias insospechadas a la vez que mucho más creíbles y fascinantes que la que cuentan los cronistas.

A quienes dejaban España en busca de nuevos y prometedores horizontes se les llamó «indianos.» En algunos casos estos emigrantes volvieron años después a su país natal haciendo gala y ostentación de las fortunas adquiridas. Muchos favorecieron a su pueblo con alguna construcción o restauración que corroborara su magnanimidad.

Así, un tal Juan Fuentes Echavarría oriundo de Caldas de Reis en Galicia, donó a su pueblo la Plaza de Abastos (1929) en la que inmortalizó la figura de su madre y su tío a través de sendos bajorrelieves en bronce. El autobautizado en aquella época como «rey del maíz» no solo tiene en su municipio una calle que lo recuerda, sino que sigue siendo reconocido en la ciudad a la que emigró: Rosario. Allí construyó el Palacio Fuentes, una obra arquitectónica muy adelantada a su época. Los diarios de entonces relataban la hazaña de este hombre. Decían que había emigrado con veinte céntimos en los bolsillos y con ellos construyó su fortuna. Desarrolló primero trabajos humildes hasta ahorrar y fundar una empresa de diligencias con la que a su vez compró los campos en los que cultivaba el maíz. La realidad de la investigación demuestra que no era el «rey del maíz» ni de la provincia de Santa fe ni de Argentina. Hay indicios creíbles que sus exportaciones eran mayoritariamente a Galicia. Con su propaganda de rey atraía vasallos para su feudo, es decir emigrantes que iban ilusionados a trabajar para él. Las condiciones eran de total subordinación, al punto de estar muy extendida la noticia de que ejercía el derecho de pernada sobre las mujeres de sus trabajadores. Tampoco era real el origen de su fortuna. Lo cierto es que trabajó en varios empleos menores hasta que entró de conductor de diligencias para la empresa de Josefa Manso y se casó con la dueña. Según parece, la mujer, mayor que él le concedió la administración de todos sus bienes. Es verdad que Juan Fuentes tuvo una gran visión para los negocios y para sus parejas. Al morir Josefa Manso volvió a casarse con María Alesi viuda de Raveglia, también bien posicionada económicamente.

No voy a entrar en detalles más truculentos que solo pueden utilizarse como ficción en una novela ya que es difícil de probarlos documentalmente.

Otro caso llamativo es el de Manuel Arijón y su hermano José. De origen humilde, Manuel también llegó a amasar una fortuna en Rosario. Fundó los Baños del Saladillo, la Sociedad Rural de Rosario, el Banco de Santa Fe y su hermano José, la Bolsa de Comercio. Manuel comenzó trabajando en tiendas de suministros, siguió por su cuenta como contratista de carga y descarga del ferrocarril y llegó a abastecer al ejército de Brasil con caballos y forrajes.

¿Milagro o genialidad?

En realidad, Manuel Arijón se casó con Fausta Coll Sendras nacida en Pelotas, Brasil y de familia adinerada. Es verdad que Manuel amaba a su mujer con la que tuvo once hijos. También es cierto que era un hombre de una bonhomía intachable. Sin embargo, debemos aceptar que fue el matrimonio lo que afianzó su patrimonio e impulsó sus contactos. Tal es así que la familia Arijón – Coll tenía testaferros en Brasil que invertían en las empresas de Tramways de aquel país.

Un caso distinto es el de José Arijón de quien Manuel se distanció a poco de traerlo de España. Si bien muchos medios alaban su sagacidad para los negocios, otros aseguran que se dedicaba a ser prestamista y a la especulación inmobiliaria. De hecho, se dedicó a la política, lo cual demuestra que no hay nada nuevo bajo el sol.

Por último, mencionaremos a los Martí i Tomás, grandes empresarios dedicados a la fábrica de calzados y a la importación de productos españoles a Argentina, Chile y Uruguay.

A diferencia de los anteriores, Jaime, Ramón y Fernando Martí provenían de una familia de Cherta en Tarragona cuyo padre se dedicaba al negocio de cereales. Tenía una flota fluvial de llaguts que eran embarcaciones especiales para navegar por el río Ebro. Cuando llegaron a Buenos Aires fundaron la empresa familiar Martí Hemanos. Fueron benefactores de su pueblo al colaborar en la restauración del campanario de su iglesia. Dos de los hermanos construyeron «Villa Retiro» y «Casa Ceremines», mansiones que todavía hoy pueden verse en Cherta. Fernando fundó en el sur de la provincia de Buenos Aires un pueblo llamado Colonia Martí, hoy Coronel Charlone. Emigraron con fortuna e hicieron más fortuna.

Como podemos concluir, «Vamos a hacer América» era una fake news de la época. Los emigrantes que eran adinerados en Eüropa tenían grandes posibilidades de incrementar su fortuna en América donde estaba todo por hacer. Quienes no tenían dinero buscaban las alianzas matrimoniales para conseguirlo. Y los demás, bueno, los demás no pasaron a la historia…